FAUNA Y FLORA DE LA SIERRA DE ALBARRACÍN

 

Las diversas especies vegetales que podemos encontrar dependerán de variables naturales como la altura sobre el nivel del mar, la humedad, la temperatura y el tipo de suelo; también de otra variable muy a tener en cuenta, la acción humana.

En el caso que nos ocupa el factor limitante natural, va a ser generalmente la cantidad de agua disponible, bien procedente de las precipitaciones o por la existencia de cursos de agua próximos.

Estos variables van a condicionar cuatro tipos de paisajes:

- Las zonas boscosas, con:
Pinares sobre terrenos calcáreos
Pinares sobre terrenos silíceos
Encinares
Bosques sabineros
- Los prados con sabina rastrera
- Las estepas, colinas y cultivos
- Los sotos y huertas


Zonas boscosas

En las zonas boscosas, encontraremos especies arbóreas de hoja perenne.

La Sierra de Albarracín se caracteriza por temperaturas frías y con poca humedad, además de estar situados por encima de los 900 metros, sobre terrenos frecuentemente calizos aunque otras veces silíceos.

Podremos encontrar formaciones boscosas en mosaico, de pequeño tamaño. En los terrenos silíceos, pino rodeno y conforme vayamos elevándonos sobre el nivel del mar será más abundante el pino silvestre.

Especies como el Tejo, en otro tiempo más abundantes podremos observarlas en ejemplares aislados.


Pinares sobre terrenos calcáreos

Está probado que en nuestra provincia, especialmente por la zona de la sierra de Albarracín, ya existían bosques de pinares hace al menos 10.000 años.

El pino albar o silvestre ocupa las zonas más altas conviviendo con la sabina rastrera, que se sitúan hasta limites superiores a los 1.700 metros de altitud.

Arbustos como la sabina negral, sabina rastrera, enebros de la miera, completan la presencia de especies de la familia de las cupresáceas.

Otras especies arbustivas ofrecerán sus apetitosos frutos a diversas especies animales. Las endrinas, las grosellas silvestres o los limoncillos serán apreciados manjares del mirlo capiblanco o del mirlo común que los alternarán con gusanos y algún que otro insecto. En todos estos ecosistemas nos encontraremos con restos de piñas, que nos delatan la presencia de ardillas. No faltarán tampoco los lirones caretos.

Otras aves de pequeño tamaño trabajarán incansablemente entre las ramas de los árboles o arbustos buscando insectos que sacien su apetito; por ejemplo el reyezuelo sencillo, los carboneros comunes, los herrerillos capuchinos o los carboneros garrapinos. Unas de sus presas serán las procesionarias del pino o cualquiera de las abundantes especies de hormigas.

El agateador común trepa en espiral por los troncos a la captura de cualquier insecto. Cuando haya terminado con un tronco, descenderá hasta la base y comenzará con otro,

Encontraremos diversas especies de rosas, o zarzas con frutos igualmente apetecibles para los ratones de campo o zorros. El ratón será presa habitual del cánido pero también de alguna rapaz como el ratonero común o la víbora hocicuda. Otra culebra que ocupa estos lugares es la coronela meridional.

Arbustos pinchudos como el agracejo o el majuelo dan color al bosque, a la espera de que alguna violeta, los tomillos o las aquilegias den un colorido más variado. Allí estará también el petirrojo, poco esquivo y de fácil observación.

Otras frutas, no sólo consumidas por los animales salvajes, son la fresa silvestre y las azarollas que de forma aislada, esta última, encontraremos fundamentalmente en lindes o bordes de caminos,

Alimentándose de diversas semillas, veremos al pinzón vulgar y al verderón serrano.


Pinares sobre terrenos silíceos

Si bien al pino albar le es indiferente el tipo de suelo, por lo que los encontraremos a partir de los 1.000 metros tanto en suelos calizos como silíceos, no le ocurre lo mismo al pino resinero o rodeno, que requiere estos últimos. Por ello, en los rodenos o areniscas rojas encontraremos unos magníficos bosques de esta especie. La flora que se asocia a estos terrenos, que además son más húmedos, es bastante diferente a la de los otros ecosistemas. Especies aromáticas como el cantueso y de atractivas flores como la estepa o los jaguarzos. Otras como las brecinas y los brezos nos delatan la presencia de suelos silíceos.

En los bosques de pino albar encontraremos ejemplares de arándano, de acebo o diversas especies de rosas y zarzas.

Los Rebollos han quedado aislados en lugares inaccesibles, o formando pequeñas poblaciones, que de forma arbustiva conviven con los pinos silvestres.

Como setas más características encontramos el porro o el rebollón entre las comestibles. Pero tampoco nos será difícil admirar la belleza de la atrapamoscas o las curiosas romanas.

En los claros, se forman pequeños prados en los que encontraremos diversas margaritas como la maya o narcisos. Donde sea más abundante el agua, alguna flor amarilla del botón de oro resaltará entre el fresco verde.

Sobre los árboles las ardillas pasarán desapercibidas, mientras el arrendajo común hace de las suyas alborotando al vecindario. Las escobas de brujas, consecuencia del crecimiento desmedido de las acículas en alguna rama por la acción de algún hongo, nos llamarán la atención por su tupidez y verde más profundo. Por todo lo contrario, aunque también sobre las ramas, nos llamará la atención una planta parásita, el muérdago, de color más claro y frutos blancos.

En algún pequeño curso de agua encontraremos el sapillo pintojo, o bajo alguna piedra al sapo partero.

Como mariposa más espectacular o característica de estos bosques citamos la isabela, cuyas larvas no son difíciles de ver a principio de verano.

En bordes de caminos, costados de tapias o edificaciones las ortigas serán abundantes. Y en los recobecos de alguna roca, donde no lleguen los rayos directos del sol, diversas especies de helechos encontrarán el lugar adecuado para su desarrollo.

Será común ver a los carboneros garrapinos y un poco más difícil por su diminuto tamaño al mito.

Asimismo no será raro oir el canto nocturno del carabo, o en las zonas de monte claro ver al buho chico.


Encinares

Los bosques de encina, han soportado una gran presión, estando en ocasiones aclarados y siendo sus ejemplares de porte bajo. Entremezclados con las carrascas, se encuentran ejemplares aislados o reducidas islas de quejigos.

Estas formaciones se ven acompañadas de los dos enebros y de diversas especies aromáticas, como la madreselva, u otras de bonitos colores como las violetas.

Entre todas ellas podremos observar a las perdices rojas o a las palomas torcaces, que alternarán sus vuelos entre estos bosques, los sabinares y campos de cultivo, al igual que la mayoría de la fauna vertebrada. Los mirlos también serán abundantes en estos ecosistemas.

Con un poco más de suerte podremos observar a la curruca rabilarga, o a algún reyezuelo listado.

También matas espinosas como la rosa, las aliagas o los erizones. Estos últimos se encuentran habitualmente a altitudes que rondan los 1.200 m.

Otros arbustros son llamativos, como las sonajas o espantalobos, cuyas legumbres suenan, al ser movidas por el viento. A la que no mueve el viento es a la rastrera uva de oso, que tapiza los suelos,

Hay que nombrar a las trufas. Entre sus más fieles recolectores podemos citar a los jabalíes abundantes por toda la zona.


Bosques Sabineros

La sabina albar, forma bosques de todos los tamaños; encontraremos desde ejemplares aislados a grandes superficies, pasando por reducidas poblaciones. Igualmente será frecuente como forma arbórea dominante, o mezclada con encinas, melojos, pinos laricios o albares.

Especies vegetales de las zonas más altas serán la sabina rastrera y el enebro común, el tomillo o los erizones. Asimismo encontraremos algunas gramíneas como las festucas o los claveles. Común será también encontrar a la curruca rabilarga, mirlos y zorzales charlos.

Entre los pájaros comedores de semillas el más frecuente será el pardillo.

También podremos ver al chotacabras gris y a la abubilla.


Prados con sabina rastrera

Los prados, generalmente por encima de los 1.700 metros toman un aspecto especial, como manchados de verdes claros y oscuros, salpicados de diversos colores.

Una vez llegamos a los 1.700 m de altitud encontramos unos prados de gran riqueza paisajística y botánica.

A primera vista llaman la atención las manchas oscuras, rastreras, de sabina, entre las que se sitúan de vez en cuando y no en todas las laderas, ejemplares de pino silvestre. La comunidad queda rematada con ejemplares de enebro común.

No será difícil reconocer al macho del roquero rojo si sus hábitos esquivos nos lo permiten.

En la época invernal frecuentarán estos ecosistemas especies como el escribano cerillo o el acentor alpino.


Estepas, colinas y cultivos

En las zonas de estepa o garriga, predominará la escasez de agua, encontrando especies de arbustos y plantas herbáceas, en muchas ocasiones con hojas transformadas en espinas, o de pequeño tamaño, coriáceas, con abundantes pelos, siempre intentando evitar la pérdida de agua. En contrapartida sus flores son de llamativos colores y casi siempre, aromáticas.

En estas zonas se alternarán espacios cubiertos de plantas de aspecto rudo, con otros utilizados para la agricultura de cereales y leguminosas fundamentalmente. Estos lugares son frecuentados por bandadas de diversas especies granívoras como el jilguero o los trigueros que se alimentarán de semillas de diversas especies como el cardo blanco o corredor. Las raíces y la parte basal del tronco de estos ejemplares serán el sustrato idóneo para que crezca la apreciada seta de cardo.

En las épocas de floración son especialmente llamativos los erizones, los gamones y la hierba de las siete sangrías. Tampoco podemos olvidarnos de la hierba sanjuanera utilizada como infusión tónica.

Acompañando a diversos cultivos florecerán la amapola morada, la palomilla, o las zapatillas. La gota de sangre resaltará con el color llamativo que su nombre indica.

Posiblemente veremos algún mochuelo que se encuentra próximo a los campos de cultivo donde capturará algún grillo.

Son abundantes por estos lugares las alondras y las cogujadas.

Entre los más conocidos enebros y sabinas encontraremos alguna efedra fina, rosales y endrinos, y entre las pequeñas grietas de alguna roca la siempreviva menor guardará reserva de agua en sus carnosas hojas.


Sotos y huertas

La vegetación de las vegas o sotos se caracteriza por ejemplares frondosos de hoja caduca. Su diversidad y extensión se ha visto muy mermada por la utilización de los terrenos para la agricultura y por plantaciones de diversas especies no autóctonas, de más rápido crecimiento para su explotación maderera; estos lugares, así como las cunetas de caminos y carreteras son aprovechados por otras especies foráneas que se convierten, por su buen aclimatamiento, en invasoras. Algunos ejemplos son la robinia o falsa acacia, el ailanto o árbol del cielo, o el olmo pumilla.

Las galerías vegetales son importantes para la permanencia de las diversas especies y el correcto funcionamiento del ecosistema. Dan cobijo, permiten la cría, facilitan la consecución de las redes tróficas, amortiguan las temperaturas, tanto del aire como del agua; asimismo sujetan el terreno y ayudan al mantenimiento de los cursos de agua. A ello fundamentalmente ayudan las especies arbóreas como el fresno, cada vez menos abundante,

Los árboles y arbustos que abundan en estos lugares, son los maltratados chopos, cada vez menos abundantes.

Chopos y álamos, son sustituidos en gran medida por especies híbridas importadas. No nos pasarán desapercibidos los majuelos, cornejos y saucos.

Entre las plantas herbáceas más comunes podremos encontrar por cualquier lugar la bolsa de pastor o diversas especies de amapolas. Con sus delicadas flores amarillas otra papaveracea como la celidonia mayor crecerá abundantemente al borde de alguna pared o curso de agua.

Trepando entre cualquier soporte, la vetiguera o clematis dará con sus frutos plumosos la nota pintoresca.

Entre las diversas especies de juncos y plantas de rivera, la musaraña, incansable cazadora de insectos y arañas tal vez sea presa de la lechuza común, que se cobija en algún granero o edificio poco visitado. También serán presas comunes de este raticida natural, los topillos y las ratillas. Estos roedores también serán devorados por carnívoros como la comadreja o la guina o garduña.

En huecos pero esta vez en el suelo, bajo piedras, encontraremos algún ejemplar de sapo.

Diversas especies de sauces abundan por los márgenes de los cursos de agua, donde podremos encontrar escarabajos acuáticos como el hidrofilino, o chinches como la notonecta, o el escorpión de agua.

Entre las mariposas más llamativas de estos lugares podemos citar a la macaón o mariposa alas de golondrina o las conocidas blancas o blanquitas de la col.

Muy difícil de observar por sus hábitos, serán los eslizones ibéricos; no ocurrirá lo mismo con la culebra de collar o la viperina de agua.

José Carrasquer Zamora

 

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