LEYENDAS |
LA CUEVA DE LA CANTAMORA
"Oye: a mí, mi madre, sí, la Petra, la del tío Arsenio, me contaba de pequeño el cuento de la Cueva de la Cantamora, que es la que está junto a la "Paidera los Cabros", bajo la peña El Castillo y decía, más o menos:"
Que a ese sitio de la acequia de las Nogueras iba a lavarse y a peinarse todas las mañanas, cuando hacía buen tiempo, una hermosísima doncella que era hija del Rey Moro del Castillo que había sobre la Peña. Cuando llegaron a Tramacastilla las tropas cristianas para reconquistar la zona tuvo lugar un largo asedio al Castillo. La joven no obstante, seguía bajando por un pasadizo a la cueva, para peinarse al sol, junto a la acequia, cosa que los sitiadores cristianos toleraron durante un tiempo. Sin embargo, viendo que los moros resistían ya demasiado, sin dar signos de debilidad, intensificaron la vigilancia y descubrieron que era precisamente la cueva en la que la bella mora cantaba mientras peinaba sus cabellos negros, el lugar por donde de noche conseguían agua y algunos alimentos que les permitía sobrellevar su asedio. Pronto pusieron las tropas cristianas remedio a su fallo, tapiaron el pasadizo y colocaron allí vigilancia. La princesa enfermó y murió de hambre y sed, y su padre poco tardó en rendirse, pero desde entonces y durante siglos, son muchos los que, al pasar frente a la cueva, al amanecer de los días de primavera y verano, han escuchado las dulces melodías moras en la voz joven de una mujer, y aún algunos que, aligerando el paso, se dieron prisa, incluso alcanzaron a vislumbrar la esbelta figura de una doncella envuelta en leves gasas y ver cómo una larga mata de cabello negro desaparecía hacia en interior oscuro de la CUEVA DE LA CANTAMORA.
EL SALTO DE PERO GIL
Pero Gil era escudero del Cid. Este, cuando todo el territorio era ocupado por los moros, vino a luchar contra ellos, adentrándose por toda la sierra. El rey moro mandó contra el Cid algunos jinetes árabes para sabotear sus huestes, a las que sorprendieron en el desfiladero de Barranco Hondo.
Allí, Pero Gil marchó huyendo a caballo seguido de cerca por los moros que conocían bien el lugar y sabían la profunda garganta que se abría en aquella aparente llanura, y que Pero Gil ignoraba. El caballo de Pero quiso retroceder ante el precipicio, sin embargo le espoleó y de un gran salto atravesó el foso, quedando a salvo.
Desde entonces, los juglares moros y cristianos narraron la hazaña denominando al lugar el Salto de Pero Gil.
Vista de Barranco Hondo.........................................................El Salto de Pero Gil
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EL REN REN DEL CALARIZO
A mediados del siglo XIX, en la Paridera del Calarizo, en el lugar que se conoce como El Puntal de Ramos, un pastor que por allí pasaba distinguió entre la maleza algo parecido a una figura humana, revestida de pelos, y que estaba aullando. Tan pronto como vio al pastor, la extraña criatura salió corriendo.
El pastor alertó a los vecinos e inmediatamente formaron una partida de caza y salieron a buscar al misterioso animal. Pasados unos días capturaron al misterioso ser. Se trataba de una mujer menuda, con largos cabellos, y que sólo articulaba unos sonidos: Ren Ren.
Temerosos los habitantes de Tramacastilla de que se transformara en lobo, la ataron con una cadena a la reja de la Casa del tío Pepico, e informaron a las autoridades de Teruel. Pero las noticias no corrieron muy rápidas; de Teruel se envió una redacción de los hechos a Madrid, y cuando de Madrid llegaron a investigar, el Ren Ren había muerto.
Parece ser que había muerto por desnutrición: acostumbrada a comer los frutos salvajes, raíces e hierbas de los bosques, no probó la comida que ingerían el resto de los mortales.
De esta época datan las referencias de los últimos lobos en la sierra. El temor de encontrarse otro Ren Ren u otro lobo se ha ido disipando generación tras generación. En la actualidad cada cual contará su versión, pero todos coincidirán en que el extraño ser articulaba unos sonidos: Ren Ren.
EL HUERTO DE LAS ALMAS
En tiempos antiguos, unos señores de Tramacastilla gravaron con censo en sufragio de sus difuntos un huerto que tenían junto al pueblo. Por esta razón, al huerto acabaron llamándole "De las Almas".
Por herencia, el huerto fue pasando de unas manos a otras, hasta que acabó en poder de un avaro la hacienda en cuestión. Este personaje decidió no cumplir la sagrada deuda que el huerto De las Almas llevaba consigo, y durante un tiempo las cosas transcurrieron con normalidad. Pero una noche, de la Peña del Castillo (que según se cree es la boca de la salida del mismo Infierno) surgieron grandes llamaradas que, con luz siniestra y misteriosa, iluminaron el paisaje. De entre las llamas apareció la figura de un caballo con el mismo Satanás por jinete. Llenos de estupor, los lugareños pudieron contemplar que en los bordes del camino apareció quemada la hierba con la huella de unas herraduras de fuego.
Ni que decir tiene que, en adelante, el avaro y codicioso hombre dueño del huerto pagó sus deudas religiosamente.